Le Havre es un juego de 1 a 5 jugadores
diseñado por Uwe Rosenberg y publicado por Homoludicus en nuestro idioma de duración variable que ronda los 150
minutos.
Le Havre |
Después de la Guerra de los Cien Años, la desembocadura del Sena se encontraba bajo la influencia de los puertos de Harfleur y Honfleur. Su encenagamiento y la sospecha de un posible desembarco inglés, propiciaron que el rey Francisco I fundara el puerto de El Havre al mismo tiempo que la ciudad. La renovación económica y el crecimiento de la navegación trasatlántica de la época, junto a las ambiciones territoriales y comerciales de Francisco I dieron el impulso definitivo para la construcción del nuevo puerto en la orilla norte del estuario del Sena.
A partir del siglo XVIII, el enriquecimiento de los armadores, gracias a los intercambios con las colonias, engendró una prosperidad sin precedentes. Este crecimiento incitó a Luis XVI a financiar la construcción de una ciudad nueva al Norte y la ampliación del puerto fue imparable.
En 1852 Napoleón III impulsa a Le Havre y se convierte en una gran ciudad industrial integrando un puerto consagrado al tráfico de materias primas (algodón, café, especias, maderas exóticas...) y al transporte de pasajeros, aprovechando el auge de los transatlánticos.
Actualmente Le Havre es la ciudad más importante de Normandía con 193.000 habitantes. En julio 2005, la UNESCO inscribió el reconstruido centro histórico de Le Havre como Patrimonio Mundial.
Puerto de Le Havre |
Esencialmente solo tenemos dos
opciones posibles durante nuestro turno. Usar nuestro trabajador/peón para
ejecutar una acción asociada al edificio que es ocupado o adquirir los recursos
disponibles de un tinglado entre los siete disponibles. Dos simples opciones de
mucha enjundia que dan unas tremendas posibilidades a medida que se desarrolla
la partida y la disposición de nuevas edificaciones, y por ende, de más
acciones donde elegir, es exponencial.
Estamos ante unas mecánicas clásicas
nada novedosas donde el sabor está en los edificios y como estos entran en el
juego, siendo esta una mecánica ordenada y de información pública.
Los recursos en los tinglados se auto-abastecen por turnos |
Ejecutar una acción colocando un trabajador en un edificio vacio |
La sensación inicial es la de estar
ante pocas opciones y de bajo calado. Los turnos iniciales vuelan. Pero a
medida que se desarrolla la partida, las decisiones y combinaciones van “increchendo”
hasta el punto de tener la sensación de no tener capacidad de abarcar
todas las posibilidades que nos brindan. Esta es una característica típica en los diseños de
Uwe Rosenberg, al debemos sumar la agonía de
satisfacer los requisitos alimentarios al final del turno. Agricola ha hecho mucho daño.
Los turnos finales tienen como carateristica que si no has hecho los deberes, tendido un buen desarrollo intermedio en la partida, la verás acabar sin culminar las estrategias iniciadas, siendo el juego quien imponga un abrupto final., ya que el juego establece un número de turnos determinado (según
dificultad y número de jugadores), con esa sensación que, una mejor planificación
en un momento determinado, hubiése dado un mejor resultado.
Otra faceta que destaca en el
diseño, es el “robo” de turnos que implacablemente somete el juego a los
jugadores. La necesidad de suministrar cuotas de alimento para poder cumplir
los requisitos que se establecen el final de cada turno y que son incrementados a
medida que avanza la partida, acucia la sensación de estar alejándote de tu
estrategia productiva y estar en un bucle que nos lastra el desarrollo trazado.
Cuatas de alimentos a satisfacer al final de truno |
Le Hevre es un juego estratégico.
Inicialmente disponemos de tres edificios donde ejecutar nuestras acciones. A
medida que avanza la partida y el puerto se desarrolla con nuevas edificaciones,
aumentando el abanico de posibilidades. Entoces lo los turnos finales se hacen
clave y aquel que esté mejor preparado para estos turnos posiblemente se lleve
el gato al agua.
Disponer de un motor de comida que
satisfaga las exigencias de alimento en cada turno es imprescindible y esto se
consigue mediante barcos, que además de proporcionar alimento, son
desequilibrantes en los turnos finales cuando queramos exportar/convertir
mercancías en puntos de victoria mediante la compañía naviera. Una mediocre
planificación inicial, un desprecio sobre la exigencia de la demanda de
alimento, puede propiciar pasarse los últimos turnos del juego ejecutando
acciones que satisfagan esas cuotas alimentarias exigidas en turno,
perdiendo el último tren de generar los puntos de victoria finales.
Otra variable nada despreciable
es la energía. Los
jugadores obtienen recursos primarios en los tingados y estos pueden
manufacturarse en los edificios, pasando a ser mas valiosos (pasar de hierro a
acero), pero esta transformación requiere de un suministro mínimos de
energía, que más exigente será en función del producto a manufacturar.
Planificación del turno es de
vital necesidad. La cantidad de acciones a realizar en un turno viene dada por
el movimiento de los barcos de los jugadores en un track de movimiento, según ubicación
y número de contrincantes. Existen 7 espacios por donde avanzarán dichos barcos
que son los determinan el jugador activo. Esto hace que los jugadores puedan
tener un números dispares de acciones en cada turno, añadiendo un
hándicap a quien ese turno tenga menos acciones a ejecutar en el vigente turno.
Magnifica producción de Le Havre |
Conclusión
Iniciar una conclusión
escribiendo que en Le Havre me gusta todo, desvela
en la primera línea que a este juego no le encuentro en la práctica ninguna
pega. Sinceramente no se empezar de otra manera. Creo que estamos ante el
modelo a seguir de cómo se debe diseñar un juego, para todo rango de jugadores
y diferentes niveles de dificultad.
Puedo concluir que es un juego
muy bien pensado y muy testeado, que se adapta y se metamorfosea como un guante al rango de
jugadores y a la exigencia de nivel de dificultad requerido. Además, las
sensaciones de juego son totalmente distintas en función de estos parámetros (dificultad
y número de jugadores) ya que los edificios, que son la salsa del diseño, están
reglados y varían en función de estos parámetros, (no de forma aleatoria
como en otros juegos que se retiran al azar), sino de manera concreta, dando
lugar a escenarios específicos y calibrados en base estas premisas.
A parte gustos personales, muchos
compartimos que el señor Uwe Roserbert es uno de los que mejor implementa esto
de la mecánica de gestión de recursos y de colocación de trabajadores. Pone
mucho mimo en la escalabilidad y en la dificultad en sus diseños para abarcar un
mayor rango de diversidad lúdica. Algo a destacar y que no todos y que
agradezco.
El caso concreto Le Havre destaca
por su simplicidad en el rango de opciones del turno y su riqueza de
posibilidades en la toma de decisiones a medida que avanza la partida. Es increíble
todo lo que podemos desarrollar con un único trabajador por jugador. Una acción
por turno, nada más. Simple.
Para el que suscribe, de la tetralogía de señor Uwe Rosenberg, estamos
ante el que destaca en el ratio complejidad/calidad en el diseño. “Ora et Labora” que me
gusta mucho, tiene la misma calidad de diseño, pero es más complejo. A distancia encontramos el “At the gate of Loyang”, mi favorito a dos, pero con
mecánicas más alambicadas. A años luz del Agrícola, que juega
en ligas más familiares.
Juego de mucha planificación,
arduo de jugar, cabalístico en la búsqueda del camino optimo a la victoria, cuya
única pega es su laboriosidad en el setup inicial y la atención que requieren
las fases administrativas del juego para su buen comportamiento, pero incluso en esto los
hay que lo puedan consideran un metajuego incluso divertido.
En definitiva, valoro a Le Havre como uno de los grandes.
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Notas:
- Esta reseña también fue publicada en BoardGameGeek y en BSK
- Las fotografías han sido tomadas por usuarios y publicadas en la BoardGameGeek
- Descarga del reglamento cortesía de Homoludicus
- Ficha en la BoardGameGeek
Estupendo resumen del juego realizado por Ketty en español, donde os podréis hacer una idea real de como son los trunos del Le Havre.
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