Puerto Rico |
La isla de Puerto Rico fue descubierta en 1493 en el segundo
viaje del Almirante Cristóbal Colón a las Américas (o Indias, según se mire). Hay algunas fuentes que achacan
este hecho a Martín Alonso Pinzón en 1492 durante las exploraciones que
realizó esperando el regreso de Colón en ese segundo viaje. No obstante, Colón fue quien bautizó
la isla con el nombre de San Juan Bautista y la ciudad con el nombre de Puerto
Rico aludiendo a las riquezas que partían de su puerto.
Fue en 1521 cuando se intercambiaron los términos de los dos
nombres, debido en parte al entusiasmo ambicioso de Juan Ponce de León,
lugarteniente de Colón. La isla de Puerto Rico por entonces, se convirtió
rápidamente en el enclave estratégico español más importante del Caribe.
Innumerables colonos llegaron del viejo mundo, la mayoría de ellos
buscadores de oro, atraídos por las oportunidades que brindaba ese Nuevo Mundo.
Para poblar la Isla, los españoles se mezclaron con los aborígenes y a
diferencia de otras partes del Caribe, el indio aquí sobrevivió junto al nombre
que otrora éste le dio a la Isla, "Borinquen". Nombre que a día de
hoy aún persiste y hace referencia a un crustáceo local.
Cuando el escaso oro de Puerto Rico se agotó, los isleños
trataron de desarrollar una economía agrícola. Bajo un sistema
de encomienda, equivalente al sistema feudal europeo, se forzó a
muchos taínos a trabajar en las haciendas donde la ganadería, la caña de azúcar,
el tabaco y el café fueron los productos principales.
Tras 400 años de dominio español la Isla fue invadida por el
Ejército Estadounidense y mediante el tratado de París esta fue cedida a los
Estados Unidos, dando fin a la Guerra de 1898. Puerto Rico continúa siendo territorio
norteamericano. Los residentes se convirtieron en ciudadanos de EE.UU. en 1917
y en 1952 la Isla pasó voluntariamente a ser un Estado Libre Asociado de los
Estados de la Unión. En
la Isla continúa el debate político sobre si Puerto Rico debe buscar la independencia,
mantener su condición actual o convertirse en el Estado número 51 de los EE.UU.
Hubo un tiempo, de esto hace unos cuantos años, que Puerto Rico
fue “el juego”. Este honor siempre estuvo en disputa por otros grandes euros del momento como Goa, Power
Grid, Caylus o Los Príncipes de Florencia. Durante su “lustro de oro” muy pocos
dudaron de su excelencia. Si se buscaba un juego bien implementado, con buen
sabor al tema propuesto, la propuesta casi unánime de la comunidad lúdica era
Puerto Rico, siendo el referente del momento.
Muchos juegos se han editado desde entonces y siempre la
cuestión era cual de ellos desbancaría al gran Puerto Rico de lo más
alto. Muchos fracasaron en el intento, pocos
fueron los que estuvieron cerca. Finalmente Agricola se hizo con el honor de destronar
al todopoderoso Dios de los euros, certificando una vez más que no hay imperio que perviva en
la eternidad y que hasta los más grandes caen, incluido el que destrona.
Primero déjenme decir la debilidad que siento por aquellos juegos
de estrategia. Los que juegan de entre 1 a 3 h, con una factor de azaroso bajo,
equilibrados en sus estrategias y de reglamento sencillo que no
simple.
Todos los juegos de estrategia tienen su propia sensación y
singularidad. Algunos de colocación de trabajadores se han reinventado tantas
veces a sí mismos que a uno le cuesta diferenciarlos, pero muchos otros juegos han
dado un paso más allá y han forjado nuevas formas de hacer, de elaborar novedosas mecánicas. Han corrido/corren/correrán cascadas de bits en foros y blogs sobre cuál
es el mejor o cúal es el que más gusta a la comunidad, pero lo que es indiscutible, es
que todos transmiten sensaciones diferentes. En esto Puerto Rico no es una excepción,
cuando se juega, transmite el sentir del jugar a algo diferente.
El alma de Puerto Rico reside en la selección de roles. Muchos
juegos conjugan esta mecánica, pero ninguno con esta elegancia. El jugador
activo recibe una bonificación cuando ejecuta la acción asociada al rol elegido y el resto de jugadores realizarán
esa misma acción en sentido que marca las agujas del reloj. La esencia del
juego es encontrar la situación en la que se obtiene una ventaja respecto al
resto; no hay que obviar que frustrar al contrincante forma parte del juego,
no es personal, es que el juego funciona así. La suma de estas pequeñas
ventajas, son definitorias en el bagaje final de la partida. También
es necesario observar, predecir y establecer cuál es la estrategia en la
selección del rol de otro jugador. En general, en Puerto Rico no se establece
una confrontación directa al uso, pero cada decisión afecta indiscutiblemente al
conjunto.
Como telón de fondo, tenemos la economía, que es el combustible
que alimenta el motor para generar los puntos de victoria, y que al fin y al
cabo, son los que otorgan la victoria final. Los doblones son escasos al inicio
y la necesidad construir para cimentar nuestra estrategia es acuciantemente
mayor en las fases iniciales. Debemos crear un flujo de doblones suficiente
en nuestra tesorería, para afrontar lo que realmente importa, los puntos de
victoria. Aquel que a medio juego esté ocupado por generar doblones, dice adiós
a la partida.
Debemos mencionar que Puerto Rico tiene algunas estrategias/salidas comprobadas y contrastadas al más puro estilo ajedrez o go. La victoria
puede quedar sentenciada más por los errores del jugador más débil, que por los
aciertos del más avezado. Los jugadores veteranos se quejan de esto y muchos son
los que dictan que es aquí donde reside su mal. Además, tristemente hay
reconocer que una partida corta favorece a más jugadores veteranos frente a los
menos experimentados.
Tablero individual |
Creo que la mayoría de los jugadores a los que les gusta la estrategia
como desafío principal en un juego, deben reservar un lugar a este
incunable. Hay muchos otros grandes juegos con grandes mecánicas como la pureza
del Control de Áreas en El Grande, el mercado de recursos de Power Grid, el Preboste en el Caylus, la gestión
de dados en Troyes, la previsión de eventos del Año del Dragón, etc… Todos
merecen ser jugados por aquellos que amamos la estrategia y nos gustan las
mecánicas elegantemente bien engranadas, pero muy pocos tienen el pedigrí que
luce Puerto Rico.
Al igual que cualquier otro juego, en Puerto Rico no basta con probar
para comprender su belleza, se necesita de un proceso lúdico, jugarlo repetidas
veces, averiguar los caminos que desbaraten las estrategias presuntamente ganadoras,
crecer lúdicamente con él, que es cuando verdaderamente brillan los grandes
juegos.
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Notas:
·
Esta
reseña también fue publicada en BoardGameGeek
·
Las
fotografías usadas han sido tomadas de las publicadas en la BoardGameGeek
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Descarga
del reglamento cortesía de Devir.
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