Sesiones de juego. Eclipse

Este mes de junio he tenido la ocasión de jugar a tres juegos ya jugados algo poco habitual en nuestro frikygrupo.


Eclipse
Segunda partida a Eclipse. Juego donde los jugadores desatan una carrera para expandir un imperio espacial, ganando puntos de victoria en la expansión, la exploración y la conquista. Los jugadores alternan turnos donde ejecutarán acciones para ampliar, construir, investigar, mover, desarrollar su imperio galáctico a través de un tablero modular hexagonal en el cual se irá ampliando a lo largo de la partida.



Imagen de la BGG
La expansión, conquista y colonización del imperio reporta crecimiento económico, de recursos naturales y tecnológicos lo que permite una mayor velocidad de expansión en la investigación y un crecimiento global del imperio. Los jugadores ganan puntos de victoria por controlar planetas, batallar (aunque perdamos la batalla) e investigar tecnologías.

Eclipse es un juego con tema que usa simples y elegantes mecánicas euros, que incentiva el combate entre jugadores y con un árbol tecnológico sin requisitos basado en la capacidad de la Civilización en descubrir conocimientos. Un sistema de combate con modificadores en la tirada de dados en base a la tecnología desarrollada y de las mejoras realizadas en tus naves en base a esa tecnología.

El tiempo necesario para jugarlo puede echar para atrás a más de uno. En esta ocasión estuvimos más de 4 horas explicación aparte, pese a que todos menos uno ya lo habíamos jugado, pero había que refrescarlo. El juego tiene varias acciones (exploración, el orden de aparición tecnologías, combates, etc.) que resuelven mediante mecánicas azarosas y que fueron objeto de crítica y lamento de más de uno de los presentes. Pero personalmente creo que no desmerece en su conjunto ya que (exceptuando el orden de aparición tecnológico) está bien implementado y tiene su lógica que tenga cierta dosis de aleatoriedad, sobre todo la exploración.

Fuimos 5 en la partida. Creo que este juego se comportaría mejor con cuatro o menos, aunque no lo he probado, ya que el tiempo de juego y predisposición de salida es más equitativa y se reducen los tiempos de espera. Jugamos con razas alienígenas, dotando al juego de asimetría al tener cada raza sus particularidades.

La partida transcurrió en su primer tercio por derroteros similares a la primera partida que jugamos en su día. Por el contrario, en esta ocasión fuimos en general menos defensivos y a la hora de colocar las losetas exploradas se fueron colocando de tal manera que propiciaban los primeros avistamientos entre jugadores, facilitando ese primer contacto imprescindible para establecer embajadas que beneficiaban a ambos encontrados. A la par, se desató una singular carrera tecnológica/bélica por la mejora de las naves de guerra para hacer frente a los “Otros” y conferir sus lucrativas ayudas.

El segundo tercio fue una fase de gestión y optimización de recursos, desarrollo y preparación belicosa para afrontar el último tercio, propiciando un clima inestable cuya única incógnita era discernir quien y cuando sería el primero en retirar sus embajadas e iniciar el inevitable conflicto bélico que propicia e incentiva el diseño del juego de peor sí.

El último tercer tercio, sobre todo los dos últimos turnos, se consumió en una guerra global de todos contra todos, el efecto dominó y el atractivo de ver al vecino debilitado fue lo que produjo que todos entramos en una guerra sin cuartel donde cualquier excusa era buena para conquistar un punto o provocar un ataque suicida que aún sabiéndote perdido la opción de robar algún punto de la “bolsa de puntos de combate” era muy tentador.

Desde la prudencia de haber jugado solo dos partidas, no más decir que me gustó tanto como la primera vez y que las razas le dan una asimetría interesante. Eso sí, el jugador con la raza más belicosa lo tiene más fácil, las sutilezas de las que están dotadas las otras razas tienen su enjundia por lo que en las primeras partidas sería partidario de eliminar esta fracción, sobre todo cuando los jugadores son primerizos.

La política hace extraños compañeros de cama